En estas civilizaciones, los jefes o grandes hombres se donaban sus riquezas entre sí para que se comprobase quien tenía más prestigio y, por tanto, estatus; es decir, se producía un intercambio llamado redistribución, cuyo objetivo es reunir los esfuerzos productivos de la gente para luego redistribuirlos, ya que el anhelo de prestigio genera que haya más gente que trabaje y aumente la producción de la zona en la que vive. Según el autor el potlatch es, por tanto, un mecanismo para asegurar producción y distribución de riqueza en ciertas zonas.
La evolución social avanza entonces hacia una sociedad totalmente igualitaria en la que predomina el intercambio en forma de reciprocidad, es decir, ningún individuo especifica qué desea ni cuándo lo desea; la sustitución de ésta por la búsqueda del estátus hizo que las civilizaciones sobrevivieran y progresaran.
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